Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2025

Me quiero ir de mi

​ No te rindas jamás.” Cuatro palabras fuertes. Cuatro palabras que alientan… y que también duelen. Porque, ¿quién te las dice cuando no te encontrás ni a vos misma? A veces no me veo y no hay nadie más para recordármelo. La luz se apaga, y encontrar el interruptor en la oscuridad es casi un acto de fe. El cansancio así cansa más que correr 100 kilómetros. Descubrí que las emociones y los pensamientos tienen un poder brutal. No se controlan; apenas se aprenden a manejar… y eso en los días buenos. A veces hasta pierdo las ganas de llorar. Solo siento que es demasiado, siempre lo mismo, círculos sin fin. Como recoger arena para contarla: inútil, interminable, agotador. No estoy arrastrándome en el piso, pero la sensación es como estar toda sucia, revolcada por dentro. Tormentas de pensamientos. Huracanes de sentimientos. Y sin un porqué claro. Solo ese comentario absurdo que uno escucha: “es que tu cerebro no funciona igual que el de todos”. Una frase tan inconsciente… ...

Horas que parecen una eternidad

​ Vivir así es complicado. Es un laberinto sin mapa, un pozo sin fondo donde no sabés si vas a tocar tierra algún día. Esta sonrisa que cargo no es falsa… pero tiene tanto dolor atrás que a veces me pesa más que el cuerpo. Los días difíciles son ruines. Te borran el presente y te hacen sentir que el futuro es un rumor inventado por gente que no entiende nada. ¿Dolor? En todos lados. ¿Ganas? En ningún espacio. La tristeza rebalsa el vaso aunque no lo llenes. Pareciera que no hay nada… pero está todo, desbordándose. Y sí, a veces pienso: ¿y si la vida se me va en esto? Porque la mente no calla ni un segundo. Un pensamiento puede llevarte lejos… o puede asfixiarte. Yo ya estoy harta de sentir tanto, tan seguido, tan fuerte. ¿Alguien te ayuda a salir de este infierno? No. Aquí hacemos todo, TODOOOOO, pero ese “todo” nunca alcanza porque la desgracia viene con arrastre automático. ¿Y qué puedo hacer? Nada. Y esa palabra pesa una tonelada. La normalidad no existe. La esperan...

Un día si se fue

​ Últimamente estos meses han sido un torbellino. Todo demasiado intenso, demasiado vivo, demasiado encima. Mi alma se ha partido en mil pedazos y no hubo forma de detener la caída. Nada estuvo bajo mi control. Todo quedó fuera de mi alcance. Jamás me había dolido tanto un dolor que no nació en mi cuerpo… pero que igual me atraviesa como si fuera propio. Se destruyeron dos vidas —dos pequeñas vidas— y aunque no estaban tan unidas, igual nos arrastró a todos. Casi siete meses después, todavía arde. Todavía sangra. Algunos días es más tolerable; otros, es como despertar con una herida que no termina de cerrar. Y si encima vienen estos malditos episodios… el peso se multiplica. Hoy solo quisiera borrar acontecimientos, limpiar memorias, arrancarles el dolor con las manos. Esa parte húmeda, irracional y feroz que grita: “que no sufran, por favor”. Pero sufren. Se perdieron en ellos mismos. Se sienten confundidos, rotos, sin ánimo, sin norte. No saben quiénes son después de todo es...