Un día si se fue

Últimamente estos meses han sido un torbellino. Todo demasiado intenso, demasiado vivo, demasiado encima. Mi alma se ha partido en mil pedazos y no hubo forma de detener la caída. Nada estuvo bajo mi control. Todo quedó fuera de mi alcance.


Jamás me había dolido tanto un dolor que no nació en mi cuerpo… pero que igual me atraviesa como si fuera propio.

Se destruyeron dos vidas —dos pequeñas vidas— y aunque no estaban tan unidas, igual nos arrastró a todos. Casi siete meses después, todavía arde. Todavía sangra. Algunos días es más tolerable; otros, es como despertar con una herida que no termina de cerrar. Y si encima vienen estos malditos episodios… el peso se multiplica.


Hoy solo quisiera borrar acontecimientos, limpiar memorias, arrancarles el dolor con las manos. Esa parte húmeda, irracional y feroz que grita: “que no sufran, por favor”.

Pero sufren.

Se perdieron en ellos mismos.

Se sienten confundidos, rotos, sin ánimo, sin norte.

No saben quiénes son después de todo esto.


Es como si les cortaran la yugular y los dejaran desangrar, obligándolos a sentir cómo se va el aire y se ahogan en su propia sangre.

Agonía.

Impotencia.

Tristeza.

Horror.


¿Cómo se acompaña un dolor así?

¿Cómo se salva a alguien cuando vos también estás tratando de mantenerte de pie?

¿Cómo se les enseña a olvidar cuando ni vos podés?


Trauma de por vida. Encima de los traumas que ya cargaban.

Ser mamá o papá es una guerra interna constante: seguís sintiendo, fallando, pensando, decidiendo… y cada error tiene repercusiones en alguien más. Nadie sale ileso. Nunca.


¿Se puede matar a alguien de tristeza? A veces creo que sí.

Lo sabías. Lo viste venir. Y aun así no importó.


¿Y ahora qué?

Nuestros nietos.

Sus logros.

Las cenas familiares.

Tus chistes tontos.

Ese futuro que prometía pertenecer a todos… ahora es un hueco frío.


No se llena.

No se olvida.

No se sustituye.

No se arregla.

No tiene solución.


Pero aquí estamos igual, respirando entre las ruinas, aprendiendo a caminar con las piernas temblando, enseñándoles a ellos —y a nosotros mismos— que aunque el mundo se parta en dos… seguimos vivos. Y mientras haya vida, siempre hay algo que recoger del piso para intentar reconstruir.

Comentarios

Entradas populares de este blog

MORIA DESDE ANTES

Mi Compañero de Aventuras

UBICACIÓN EXACTA