Entradas

Mostrando entradas de junio, 2025

CARTA DE DESPEDIDA, JAMAS ENTREGADA 2020

Nos amamos. Nos adoramos. Nos destruimos. Nos perdimos en las drogas, en la intensidad, en el caos. Nos dimos vida y al mismo tiempo nos la quitamos. Fuimos el vicio del otro. Un amor tan feroz que terminó por devorarnos. Te escribo desde un abismo. Con el corazón hecho trizas y el cuerpo temblando en abstinencia. Dejé las drogas el día que te dejé. Porque entendí que si no me soltaba de vos, no iba a poder salvarme. Y aún así… te amo más de lo que alguna vez quise amar. Te extraño con una angustia que no tiene forma, ni fondo, ni salida. Y aunque no lo merezcas, te sigo necesitando. Me duele profundamente que hayamos terminado así. Que después de tanto, solo quede esta tristeza sucia entre nosotros. Te juro que lo único que quería era hacerte feliz. Y terminamos destruyéndonos. Quisiera poder arrancarte de mi pecho, borrar todos los recuerdos, todo lo que huele a vos. Me aterra pensar que no voy a volver a ver tus ojos, que no voy a despertarme a tu lado, que ya no voy a ser yo quien ...

ELIJO COMPARTIRME

Yo soy amor que atrae No lo busco, porque lo que vibra en mí, llega. Llega lo que reconoce mi luz, lo que resuena con la calma que me habita, con la ternura que ofrezco sin miedo, con la pasión que no escondo. No me creo autosuficiente, me creo humana. Y está bien querer sentirme mirada, deseada, elegida. Está bien anhelar un abrazo donde descansar, una voz que me diga: “Estoy acá, con vos.” Pero no espero desde la carencia. Espero desde el amor que ya soy. Yo me abrazo todos los días. Me hablo con dulzura, me cuido, me perdono, me elijo. Y desde ese espacio… no me sobra el amor, pero tampoco me falta. No necesito gritar mi valor. Lo vivo. En cómo camino, en cómo amo, en cómo me permito sentir. Amo con el alma abierta, sin máscaras, sin juegos, y sé que eso me hace poderosa. No porque conquiste, sino porque invita. Yo no corro detrás del amor, camino con él dentro mío. Y quien quiera caminar a mi lado, lo va a sentir. Porque no soy fuego que quema por necesidad, soy fuego que calienta,...

UN HOMBRE REAL

Quiero a un hombre así Lo quiero con hambre. Hambre de vida, de verdad, de mí. Que no tenga miedo de mirarme como si pudiera leerme entera. Que no le tiemble la voz cuando dice lo que siente. Que no huya cuando algo se pone jodido. Lo quiero decidido. Con heridas que no niega. Con pasado, pero con ganas de futuro. Valiente no por no tener miedo, sino por quedarse cuando tiembla todo. Disciplinado, con propósito. Que se levante igual cuando no tiene ganas. Con la mente despierta y los huevos puestos. Lo quiero emocionalmente disponible. Que no le dé asco su ternura. Que me acaricie como si supiera que ese roce me salva del mundo. Que sea directo, pero no bruto. Que entienda que los detalles son sexo también. Que escuche. Que entienda mis tiempos. Que no me quiera domar. Quiero que sea amoroso, sí, pero con fuego. Que no me dé un amor tibio, sino de esos que queman el pecho. Que sepa llorar y hacerme reír. Que sea cursi, sin miedo al ridículo. Que me cuide sin encerrarme. Que sepa estar ...

LO QUE QUIERO ES LO QUE SE DICE DE MI

Lo quiero con huevos, con coraje. Que sepa lo que quiere y lo diga. Que no se esconda, que no se diluya, que no se apague. Que sea mente clara y alma despierta. Que se haya roto y vuelto a armar, solo, sin manual. Lo quiero emocionalmente presente. Que no escape cuando algo duele. Que no le tiemble el pulso para mirarme de frente cuando lloro o cuando ardo. Lo quiero intenso, que no le tenga miedo a la pasión, ni al cariño. Que me abrace como si entendiera que a veces el cuerpo es el único lugar seguro. Y sí, lo quiero cursi también. Que me diga cosas lindas, aunque le suene ridículo. Que tenga el coraje de ser dulce sin sentirse menos hombre por eso. Quiero que tenga inteligencia emocional. Que no necesite dominarme para sentirse fuerte. Que me escuche sin apurarme, que no se ahogue en mi sensibilidad ni me castre por sentir mucho. Que sepa jugar. Que me haga reír cuando estoy por romperme. Y físicamente... lo quiero con presencia. Grande. Espalda, manos, barba, olor que me deje tonta...

LO SIENTO PORQUE YA LO TENGO EN LA MENTE

Lo que veo, lo que quiero, lo que soy Hay algo en mí que reconoce con claridad lo que desea. No es una lista. Es un pulso. Una vibración interna que se activa cuando imagino su presencia. No se trata solo de un hombre. Se trata de lo que despierta en mí su existencia. Lo busco mentalmente despierto: decidido, valiente, inteligente. Alguien que no huye de sí mismo ni del mundo. Alguien que se ha mirado a los ojos, que ha estado en sus propias sombras y aún así camina hacia la luz. Quiero admirarlo. No por lo que tiene, sino por cómo elige ser. Emocionalmente, lo deseo presente. Intenso sin miedo, amoroso sin máscaras, directo sin violencia. Con detalles que hablan más que mil discursos. Que entienda el valor de un silencio compartido, de una caricia en el momento justo, de una escucha sin juicio. Quiero que sea masculino, sí, pero no preso de eso. Que no le tema a su ternura, a su dulzura, a su energía femenina. Que sepa reír, jugar, ser niño y ser sabio. Y que pueda abrazar mi fuego si...

COMER CORAZONES

En el reino de Calveris, donde los cielos cambian de color según el humor de los dioses, vivía una mujer que no creía en el amor… pero lo provocaba en todos. Se llamaba Elira, y su nombre se pronunciaba con un suspiro, una súplica, o un grito. Tenía la edad de los árboles antiguos y la piel tersa como la niebla antes del amanecer. Su cuerpo parecía esculpido en deseo, pero su alma… su alma era un cuarto oscuro donde el eco del enamoramiento retumbaba sin cesar. Los hombres —y algunas mujeres también— la miraban y se perdían. Era como una droga que no se aspiraba, sino que se suplicaba. No caminaba, flotaba. No hablaba, cantaba sin ritmo. Y sus ojos… oh, sus ojos. Dos soles fundidos en ámbar, capaces de quemarte el alma o iluminarte la vida. Aunque nunca ambas cosas al mismo tiempo. Elira no buscaba el amor. Nunca lo buscó. El amor, como los lobos, la olfateaba a kilómetros y la seguía, hambriento. Se alimentaba del vértigo del inicio, de ese primer temblor en la piel, de las confesione...

Al que escojo

No me arrepiento de nada. Amarte fue un incendio sagrado. Un salto al vacío con los ojos abiertos. Fuiste cielo y abismo al mismo tiempo. Y yo, feliz, me lancé. Lo nuestro no fue normal. Fue salvaje. Incontenible. Mágico. Una energía que no se explica, solo se siente. Nos encontramos como imanes que no saben hacer otra cosa que atraerse, una y otra vez, sin importar el daño, el tiempo o la distancia. Lo que tuvimos no se rompe. No se apaga. No se olvida. Nos conectamos en todas las dimensiones. Nuestros cuerpos sabían encontrarse incluso cuando el alma estaba rota. Tus manos eran brújula. Mi caos, tu hogar. Éramos fuego, piel, instinto, alma y guerra. Nos amamos con la misma intensidad con la que nos perdíamos. Éramos luz y sombra, cura y veneno. Nos bastaba una mirada para destruirnos o salvarnos. Nuestro amor era una fuerza de la naturaleza. Impredecible. Brutal. Sagrado. No pedía permiso. No conocía límites. Era magia de otras vidas. Promesas que nacieron antes de esta existencia. Y...

OTRA PERSONA

Eres fuego encerrado en una caja de hielo, mirada café que atraviesa mis huesos, tan serio, tan lejos, tan distraído, y aún así, tan presente en mis sueños. No te gusta sentir, y sin quererlo, has hecho de mi piel tu casa, de mis besos, tus silencios, de mis caricias, tu escape. Tu sonrisa tiene luz, una que ciega más que el sol cuando bailas, y aunque te escondas tras paredes de concreto, yo vi tu alma —estaba temblando. Sos un vaquero perfecto, y no lo digo por el sombrero, sino por esas nalgas que adoro, y la espalda que me da abrigo en invierno. Tus manos, mi vicio; tu lengua, mi hogar. Y aunque no sabes amar, ya me aprendiste de memoria. No te amas, no te encuentras, y aún así, me diste girasoles. ¿Sabés lo que hiciste? Dijiste "me caso contigo", y yo ya era tuya. Te gané completo sin planearlo, y vos… te perdiste en mí sin querer. Ahora pedís contacto, el que juraste no necesitar. Te miro y sé: no sabés ser amado, pero me dejás intentarlo. Y en esa contradicción hermosa...

Si estas

Amor, no creas que por ser mujer soy menos, cuando quiero, me entrego sin frenos, pero no me busques si me vas a fallar. conmigo no hay espacio pa' mentiras, mi pasión no se vende en las cantinas, y si te tengo, te quiero pa’ siempre, nomás. Porque tú, me haces arder aunque me haga la dura, soy celosa, soy orgullo, soy locura, y si te me vas, no respondo de más. Y tú, que me enciendes con solo mirar, te prohíbo que otra te vuelva a tocar, porque juro por Dios que no me sé controlar... Amor, yo nací entre caballos y tormentas, no me rindo aunque el alma esté desierta, pero por ti... me dan ganas de llorar. te lo digo con la voz entre cortada, yo no quiero ser tu sombra ni tu nada, quiero ser tu todo y hasta tu respirar. Porque tú, me haces temblar con solo una palabra, soy salvaje, pero tú me desarmas, y me celas... y me gusta que me celes más. Y tú, con tu voz que me sabe a tequila, con tu piel que es pecado y caricia, eres mío, entiéndelo: ¡nadie más! Amor, yo no sé escribir canci...

EL AMOR DESPUES DEL CAOS

Imagen
Después del caos, el amor no vuelve igual. No vuelve como antes, ni como en las películas. Vuelve más lento, más cauto. A veces vuelve en pedazos. Y a veces, vuelve después de vos. Porque primero hay que aprender a amarse una mismo. Y eso, cuando estuviste roto, cuando te fallaste, cuando tu reflejo era tu peor enemigo… cuesta un huevo. Pero se puede. Después de la adicción, no se ama igual. Ya no idealizás. Ya no te aferrás a cualquiera que te dé un poco de atención. Ya no necesitás que alguien te salve, porque entendiste que la salvación viene de adentro. Volver a amar fue, para mí, volver a confiar. Primero en mi juicio. Después, en el otro. Ya no me enamoro desde el vacío. Ya no busco que alguien me llene. Ahora el amor no es anestesia. Es presencia. Y si no suma, no se queda. Hubo vínculos que no resistieron mi cambio. Amigos que preferían a mi vieja yo destruida, porque les hacía sentir mejor su propia miseria. Amores que no supieron qué hacer con mi nueva versión. Y también está...

Cuando llueve en paris

Imagen
Ella se llamaba Ana. Tenía una forma única de ver el mundo, como si todo lo que tocaba pudiera romperse o florecer. Morena, de ojos verdes y mirada cansada, pero viva. Había amado mal antes. Había sido amada peor. Y por eso, no creía mucho en las promesas. Él se llamaba Ricardo. Era tranquilo, de esos hombres que no hablan mucho pero lo dicen todo cuando te miran. Ojos café, manos grandes, un pasado de errores y silencios. Nunca había amado de verdad. Hasta que la conoció. Se conocieron en una librería pequeña en Montmartre, una tarde gris en París. Ana hojeaba un libro de poesía de Benedetti, y Ricardo, por casualidad —o por destino— le preguntó si ese autor era tan bueno como decían. Ella no sonrió. Solo dijo: —Si estás roto, te va a doler. Y volvió a su lectura. Esa tarde no intercambiaron teléfonos. Solo miradas. Pero el destino, travieso, los volvió a juntar tres días después, en la misma librería. Esta vez, fue él quien llevaba el libro. —Lo leí. Tenías razón. Me dolió. Ella sonr...

CRONAUTAS DEL DESEO

Año 2143. En una sociedad donde la tecnología era capaz de grabar recuerdos sensoriales, convertir emociones en archivos digitales y conectar conciencias a través de redes neurales, un grupo secreto de neurocientíficos creó un experimento prohibido: Éxtasis Temporal. La idea era simple pero revolucionaria: permitir que los humanos revivieran, una y otra vez, los momentos más intensos de sus vidas con absoluta fidelidad emocional, sensorial y física. Ana fue una de las primeras en someterse. Morena. Ojos verdes que parecían atravesar dimensiones. Una vida marcada por adicciones, traumas, explosiones emocionales. Un trastorno mental sin nombre preciso. No confiaba en nadie. Amaba intensamente, golpeaba intensamente, deseaba intensamente. Era fuego en piel, tormenta en forma de mujer. Atenta, amorosa, agresiva, pasional, exigente, cruel cuando amaba. Y amaba como un huracán. El archivo que pidió revivir era uno solo: Ricardo. Él era blanco, ojos color café profundo, con una vida igual de ...

Cuando llueve en paris

Ella se llamaba Ana. Tenía una forma única de ver el mundo, como si todo lo que tocaba pudiera romperse o florecer. Morena, de ojos verdes y mirada cansada, pero viva. Había amado mal antes. Había sido amada peor. Y por eso, no creía mucho en las promesas. Él se llamaba Ricardo. Era tranquilo, de esos hombres que no hablan mucho pero lo dicen todo cuando te miran. Ojos café, manos grandes, un pasado de errores y silencios. Nunca había amado de verdad. Hasta que la conoció. Se conocieron en una librería pequeña en Montmartre, una tarde gris en París. Ana hojeaba un libro de poesía de Benedetti, y Ricardo, por casualidad —o por destino— le preguntó si ese autor era tan bueno como decían. Ella no sonrió. Solo dijo: —Si estás roto, te va a doler. Y volvió a su lectura. Esa tarde no intercambiaron teléfonos. Solo miradas. Pero el destino, travieso, los volvió a juntar tres días después, en la misma librería. Esta vez, fue él quien llevaba el libro. —Lo leí. Tenías razón. Me dolió. Ella sonr...

ETERNAMENTE SIEMPRE

Imagen
--- Capítulo 1: Plutón arde en hielo Ella era caos vestido de cola morada. La sirena más poderosa de los océanos internos de Plutón. Tenía un corazón con más grietas que el anillo de Saturno y una voz capaz de curar —o de condenar— con una sola nota. Todos la querían como reina, y ella solo quería ser libre. Libre del deber, del control, de la idea de que su poder tenía que salvar a otros cuando apenas podía salvarse a sí misma. Capítulo 2: Marte sangra en fuego Él, el marciano de ojos café, era un dios sin alma. Fabricaba armas de destrucción masiva mientras callaba su infancia llena de gritos. No creía en el amor. No creía en los abrazos. No creía en nadie. Solo en el sonido de un planeta siendo reducido a cenizas por uno de sus rayos láser. Era temido. Era seguido. Pero nunca había sido amado. Y eso lo había roto tanto, que prefirió nunca mirar atrás. Capítulo 3: Júpiter, prisión sin tiempo Cuando el universo intervino, no pidió permiso. Una esquirla de energía ancestral cayó sobre ...