EL AMOR DESPUES DEL CAOS
Después del caos, el amor no vuelve igual.
No vuelve como antes, ni como en las películas.
Vuelve más lento, más cauto. A veces vuelve en pedazos.
Y a veces, vuelve después de vos.
Porque primero hay que aprender a amarse una mismo.
Y eso, cuando estuviste roto, cuando te fallaste, cuando tu reflejo era tu peor enemigo… cuesta un huevo.
Pero se puede.
Después de la adicción, no se ama igual.
Ya no idealizás. Ya no te aferrás a cualquiera que te dé un poco de atención.
Ya no necesitás que alguien te salve, porque entendiste que la salvación viene de adentro.
Volver a amar fue, para mí, volver a confiar.
Primero en mi juicio.
Después, en el otro.
Ya no me enamoro desde el vacío.
Ya no busco que alguien me llene.
Ahora el amor no es anestesia. Es presencia.
Y si no suma, no se queda.
Hubo vínculos que no resistieron mi cambio.
Amigos que preferían a mi vieja yo destruida, porque les hacía sentir mejor su propia miseria.
Amores que no supieron qué hacer con mi nueva versión.
Y también está bien.
No todos están hechos para caminar con vos después de que te reconstruís.
Pero también llegaron personas nuevas.
Vínculos más sanos.
Amigos que abrazan sin juzgar.
Amores que no quieren rescatarme, sino caminar conmigo.
Gente que ve mis cicatrices y no las esquiva.
Que no se asusta de mi historia, sino que la honra.
Y más importante aún:
yo también aprendí a ser mejor conmigo.
A no exigirme perfección.
A abrazar mis recaídas emocionales.
A dejarme querer.
A pedir lo que necesito sin culpa.
El amor después del caos no es épico.
Es real.
Es alguien que se queda cuando tenés un mal día.
Es una mano que no tiembla cuando decís: “Estoy frágil.”
Es la ternura de una mirada que no te pide que seas fuerte todo el tiempo.
Y sí, el amor después del caos es posible.
Pero empieza por vos.
Empieza el día que decidís no volver a traicionarte.
El día que entendés que valés.
Así, con tu historia.
Con tus sombras.
Con tus cicatrices.
Y con tu luz.
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